Tuesday, October 13, 2009

Fracturas



Algunas cosas se quebraron hoy, pero procesaré esa info más adelante. Mientras tanto, con el hombro adolorido de ayudar a Alejandro a sostener su propio peso, estrenando el yeso adolescente, donde, a pesar del dolor y el pie astillado, guardará algo que extrañamente será uno de sus mejores recuerdos: firmas de chicas, firmas de amigos, grafitis a mil años luz de mi adultez, decido que no puedo acostarme sin postear este texto de Emma. Un texto lúcido con un conmovedor fondo de angustia, la necesaria y potente angustia... Acá va:

Bienvenidas, las exploraciones posibles

Por Emma Villazón

Es raro, pero luego del café-literario del pasado jueves en el Centro Franco Alemán con Giovanna Rivero, Saúl Montaño, Maximiliano Barrientos y la crítica literaria Claudia Bowles, bullen en mi cabeza varias preocupaciones, como si los escritores hubiésemos dejado suspendidas en el aire varias preguntas y comentarios confusos. Es extraño, repito, porque con frecuencia termino insatisfecha de estos coloquios y trato de olvidarlos lo más pronto posible, pero esta vez necesito continuar el diálogo. ¿Alguien me escuchará?

Podrían surgir varios comentarios en torno a los temas lanzados por nuestra moderadora, pues todos estaban relacionados con la tarea de escribir, con las sorpresas y miedos que surgen a medida que se escribe y se va siendo semiconsciente de esa extraña cosa que uno está haciendo: trazando representaciones personales del mundo, rastreando, oliendo los sentidos que hay para hacerlos estallar con un alfabeto de 24 grafías. Años atrás, esta pesquisa se me manifestaba como pulsaciones de algo innombrable, y me perseguía a través de los autores que me apasionaban. Si pudiera dibujar cómo aparecía esa búsqueda, era como un bicho, una voz recurrente, un ruido que estaba diciendo algo deforme, luego tomó mayor intensidad ese caos, y se volvió algo de lo que sentí debía hacerme cargo, y pasé a preguntarme: ¿Qué es lo que de pronto me está interesando? ¿De qué estoy tratando en estos poemas? Hago este preámbulo porque en el periodo de Fábulas, lo único que podía decir del poemario era que se trataba de una conciencia que no podía vivir conciliada con el amor ni con el paso del tiempo. Ahora siento haber avanzado algo, reconozco que el libro está encarnado por una voz de mujer y que sus decires son casi piruetas en el terreno de un extrañamiento doméstico. También podría añadir que a medida que escribo siento que el lugar desde donde parto es la ignorancia sobre todo y nada, lo cual me asusta, no me da seguridad, pero prefiero sentirlo así antes que tomar la realidad o esta lluvia de signos como algo dado, normal. Quizás sea el miedo que me conducirá a una cierta alegría. Una pista para seguirme: “Tan lejos, tan cerca”, de Wim Wenders. Otra: “Aprendizaje o el Libro de los placeres”, de C. Lispector.

Pero el tema del coloquio que quedó enredado, es otro. Presiento que incomodó que se hablara de una escritura femenina, que se pasara la pregunta a los narradores hombres, que se haya saturado el diálogo con intervenciones que iban en varias direcciones pero que estaban perdidas, y no hacían digerible el tema. Las preguntas chispeantes del coloquio, fueron: ¿existe una literatura femenina? ¿Qué es lo femenino? Estas interrogantes me atrevo ahora a murmurar: No me interesan la categoría fosilizante de “escritura femenina” como algo inamovible ¿existirá la misma escritura femenina en África que en Bolivia?, me decía una amiga, ayer. Y la respuesta era la más obvia, claro que no. Porque no es que exista una y sea universal o nacional, así como lo femenino, quizás lo único que importa cuando hablamos de esa escritura, es que haya un enfoque sobre la representación de la mujer, y punto. Lo demás puede tomar una infinitud de matices. Digo esto, porque me aburriría una literatura que tomara como un enlatado el discurso feminista de los 70 como bandera, o una que proclamara la liberación sexual y doméstica, y una disparatada equidad entre hombre y mujer, o esas que van por otro lado y expresan una extrema delicadeza y cursilería predecible para señalar “lo femenino”. Creo que el reto de la escritora que acepta explorar la ficción que llamamos “mujer”, es mayúsculo (insisto en aquélla que decide hacerlo, que le interesa tomárselo conscientemente), porque deberá romper con esos clichés de “lo femenino”, tendrá que concebir que el concepto mujer es una construcción histórica, sino no estará jugándose del todo, y embarcarse en eso significa volver a nacer o redescubrir el mundo.

Y ojo, que no estoy proponiendo un discurso de reivindicación femenina, sino la mera exploración ¿Por qué hacerle muecas a esa búsqueda? Si me preguntaran de qué lado de escrituras feminizantes estoy más cerca, mencionaría a Clarice Lispector, Emily Dickinson, Ana Cristina César, Sylvia Plath, Silvia Guerra, y a muchas otras más…, es decir, a esas escritoras que agujerean lo dado, y revelan a la mujer como un misterio, un paréntesis sobrecogedor, así como el hombre también lo es.
Recuerdo: “Esposa ―seré al romper el Día―/Amanecer ―¿tienes una bandera para mí?” (de Dickinson)

Si hago retrospectiva, mi inclinación en mis lecturas por eso que llamamos mujer es tan antiguo e inconsciente. Podría mencionar a autores hombres y mujeres, pero lo que me interesan en el fondo son las subjetividades de mujeres manifiestas ahí.

Y es que no deja de ser significativo que las escritoras seamos más conscientes que los escritores hombres de la cuestión de género que traspasa en nuestros textos y en los de los otros. Esto hay que subrayarlo, y no con el afán de subestimar a los escritores hombres, sino a la ideología que cuando se visibiliza, despeina, asusta, pone en jaque. Pues, quizás se deba a que las escritoras necesitan hacer hablar a personajes que les parecen cercanos y no escriturados. Mientras que para un autor varón el tema de género no amerita reflexión porque su voz y su acto de escritura han sido más potentes a lo largo de la historia de la literatura, y rara vez éste ha sentido que pese sobre él una diferencia, como artista e intelectual.

Mi aproximación a esta vorágine es reciente, pero desde ya me atrae irme por estos pantanos, es una opción honesta, antigua y, ahora consciente, que me absorbe, y me convoca a tan hermoso extrañamiento, así como cuando me pregunto por la maternidad de los caballitos de mar.

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