Sunday, November 22, 2009

Cuentos para ir a la cama


Semana dura. Mi alma me pidió a gritos dejar la media pastilla para dormir, que no por diminuta y color vainilla es menos letal. Probé antes, hace un año, a bajar la dosis; mordía sólo la puntita, pero entonces la noche se volvía un bosque denso y lúcido. Los tratamientos graduales no son para mí. Yo soy del tipo “todo o nada”. Y, claro, eso te hace sufrir.

El lunes 16 no la tomé más. Esa noche comprendí la verdadera dimensión de la abstinencia, comprendí a los cocainómanos veteranos, a los enamorados en soledad, a los exiliados… Es que el sueño nocturno es una patria y yo había sido expulsada.

De modo que han sido días de pésimo humor, tratando de no lastimar a los que me rodean, pero lastimándolos igual. Rogándole a la media sonrisa irónica de la luna que por favor ya basta.

Tengo la esperanza de que este próximo lunes pueda, por fin, devolverle a mi cerebro un saludable paréntesis. Con lo que nos gusta soñar. Es ahí, en el espacio y el tiempo del sueño, donde/cuando hablan mis fantasmas. Y los he tenido susurrando cosas, sin escucharlos muy bien, “ventrilocuando” voces enajenadas, confundiendo los secretos.

Por supuesto, no iba a quedarme como si nada mirando el techo y sus sombras intentando formas que no alcanzan ninguna belleza. Entonces me he dedicado a leer los textos que producen los escritores y las escritoras de mi taller de escritura creativa y me he conmovido con algunos. Es una escritura en forma de latido, en muchos casos, y por eso mismo de una pureza apabullante.

También he leído una novela maldita que tan generosamente me recomendó Andrea Jeftanovic, De los niños nada se sabe, de Simona Vinci. Tuve suerte de que Emma me preguntara si necesitaba algo de Buenos Aires, iba su padre y ella tenía una larga lista. ¿Qué quería yo?

En las noches expulsada de la dulce inconsciencia leí, pues, esta historia: Un grupo de chicos entre 10 y 15 años (rango peligroso) prueban un juego diferente. Este fuego diferente es trágicamente irreversible. No quiero aguarle la trama a nadie, but I can´t stop from telling this:


“Greta estaba acurrucada en el colchón, pálida, con la espalda cubierta de rasguños rojos e inflamados, ninguno de ellos recordaba cómo se los habían producido, quizás ocurrió días antes. Un pezón cortado neto, en su lugar, una cavidad oscura, como la de una bala. De esto tampoco se acordaban, quizás un mordisco o quizás, al moverse en el colchón, se clavó un gancho u otra cosa, aquella cama era un lío”.
“La sábana se estaba impregnando de líquido, de su cuerpo salía una materia densa y oscura, sangre mezclada con otra cosa. No lograban comprender qué había sucedido”.


Una revista porno, unos púberes de clase media, el miedo a que el mundo sea plano y aburrido, y la caída prematura en las más hondas tentaciones. Gracias, A, por recomendarme el book. Sorry, E, el libro ya es mío. Te lo voy a prestar, claro, pero lo necesito con locura, más que a mi media pastilla color vainilla.

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