Sunday, March 21, 2010

Bright Paranoid Park


Esta vez vimos una de zombies. Es que ha sido una semana monstruosa: escasas horas de sueño, frío, gripe y un trabajo académico que más parece entrenamiento de la Marina (además, claro, de ese otro trabajo emocional que significa extrañar y, a pesar de ello, intentar ser feliz y estar completos).

Y está La Cosa, que si bien es creación de la escritora mexicana Guadalupe Nettel, la tomo con todo derecho pues yo, igual que su personaje, convivo con ese alien interior que durante años ha ido prefigurando una nueva identidad y devorando la identidad original. La Cosa, para mí, es la escritura misma, esa instancia donde todo, todos, incluso los que amas, son tus enemigos. Porque La Cosa es posesiva, exigente, celosa, impaciente y, sí, sí, autodestructiva pese a su pulsión demiúrgica.

En esa onda, entonces, rentamos Dead Snow (2009) para ir cerrando la monstruosa semana. Dirigida por Tommy Wirkola, esta peli noruega raya en el Kitsch por su capacidad para reciclar textos cinematográficos fundacionales (de un subgénero) y recrearlos con cierto humor vulgar y apelando al infalible placer de la repetición. Wirkola, experto en remakes que parodian tramas épicas o hiperbólicas, esta vez decidió trabajar con un relato de nazis zombies (sí, nazis zombies!) que atacan a un grupo de jóvenes estudiantes de medicina, rubios y ultracontemporáneos, quienes han decidido pasar unas vacaciones de sexo, alcohol y violentos paseos en moto en una alejada región escandinava.

Del fondo de la misma nieve, sin embargo, emergen los nazis, casi leprosos y aún más xenófobos, en busca de un supuesto tesoro perdido (valiosas monedas judías, joyas, ¿quizás dentaduras?) y con sed de venganza (sucede que durante el holocausto, un pequeño pueblo montañés se había organizado para rebelarse contra el poder inhumano de la esvástica; el Coronel Herzog y algunos de sus hombres consiguen escapar hacia la cima de la montaña, donde seguramente habrían muerto congelados). Hay sangre con sonido acuático que brota a manantiales de ojos y oídos, hay también muchos intestinos –lo curioso, ¿o esperable?, es que las tripas son rosaditas, cordones limpios, antimarquezianamente lejos de los excrementos, como si se tratara, claro, de vísceras experimentales-. No falta la postal del líder zombie, dándonos la espalda, arrobado ante el vasto y sublime paisaje de la nieve: un romántico incomprendido.

Las reseñas sobre esta peli la relacionan con otros inolvidables filmes gore, como The Evil Dead; sin embargo, además de humillar el guiño considerándolo inferior, un puro ejemplar clase B, no se dan la oportunidad de entrever en esta hilarante movie alguna revelación. No sé si soy ingenua o me empeño en una lectura alegórica, pero admito que Dead Snow no sólo me hizo asquearme y reír, sino también sospechar que aunque las nuevas generaciones europeas han superado con enorme dignidad el genocidio inscripto en su genoma histórico, es también cierto que cualquier relax que ellos o nosotros nos demos -bajo el pretexto de que la modernidad y sus distancias nos permiten aproximarnos al horror sin involucrarnos ya éticamente- puede entrañar nuevos y más sutiles horrores.

En Dead Snow no hay ningún sobreviviente (y esto la distancia dramáticamente del estilo hollywoodense); la nieve sólo crioniza la historia, pero continúa siendo un potente agujero negro en el que cualquier juventud, de no estar alerta, podría infectarse y sucumbir.

Me acuesto tarde, gozando con morbo de dos efectos sonoros memorables: el ronco gruñir de perro de Herzog y la canción “My Ass”, capaz de liberar cualquier instinto.

2 comments:

  1. Me encanta que no hayan sobrevivientes, es como decir que ni los buenos se salvan así que qué más da, hagamos lo que querramos y a ver qué pasa.

    Las películas frías son buenísimas para antes de dormir.
    Besos!

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  2. Cierto. Y si estás acompañada, mejor aun... Miedo y nieve, uy!

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