Sunday, May 9, 2010

Space Oddity


Hace unos meses ni Irene ni yo nos hubiéramos imaginado que el día de su cumple No. 10 estaríamos volando tempranito hacia Buenos Aires, para embarcarnos luego hacia la mítica Patagonia. Pero la vida te da sorpresas y yo adoro ese lugar común. Vamos rumbo al Festival Iberoamericano de Nueva Narrativa, que se realizará del 12 al 16 de mayo de 2010 en la ciudad de Ushuaia, Tierra del Fuego, en respuesta a una generosa invitación para participar de la sección Crónicas del Fin del Mundo.

La idea que tengo de la Patagonia se ha alimentado, por supuesto, de la ficción, principalmente de las historietas de Editorial Columba que yo de niña solía devorar sin otro filtro que no fuese la exigencia del color. Las viñetas en blanco y negro las dejaba como respaldo, cuando se me habían acabado las lecturas y entonces no quedaba otro remedio que mirar las aventuras de Pehuén Curá en lápiz carbón. Pero, más allá de ese folk y de la lejana percepción de que en su cordillera hay una tradición de irresistible nieve gótica llamándome con largos aullidos, lo que me fascina de este viaje es su gesto subversivo.

Si bien las dinámicas culturales de las sociedades latinoamericanas (y también de la española) han venido cambiando desde hace pocos años desplazando desde el núcleo hacia la periferia sus referencias y acciones, en muchos casos ese desplazamiento constituyó sólo un “tours”, un nuevo modo de exotismo, una proyección de lo de siempre. Por suerte, los nuevos lugares idearon distintas estrategias, un imaginario paralelo, que los postulan no sólo como anfitriones, sino como topos literarios. Y es que está ese asunto de Mahoma y la montaña tiene más vigencia que nunca en la reconfiguración global del mundo.

La descentralización de la cultura, en este caso de la literatura y sus procesos de producción, tiene connotaciones “administrativas”, pero también involucra un cambio de mirada. Renovarse, generar vanguardias, apostar, desahuciarse, experimentar, extraviarse, descubrir, redescubrir, desmitificar, construir una fe, eso sólo es posible con un turning point de la mirada, y qué mejor que enfrentarse con un paisaje diferente, una ruptura de la eterna postal.

En el próximo post les contaré los pormenores de esta exploración glacial que Irene y yo estamos a punto de comenzar.

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