"La verdad es que la mayoría de las mujeres son débiles, ya sean mortales o inmortales. Pero cuando son fuertes, son absolutamente imprevisibles". (Anne Rice)
Tuesday, September 8, 2009
Pudor
No voy a reseñar la preciosa novela de Santiago Roncagliolo, se trata de mi ejercicio de reescritura, del sentimiento que eso me produce.
Han pasado varios años ya desde que publiqué mi novelita de aprendizaje, Las Camaleonas, y ahora, cuando nos aprontamos a su tercera reedición, decido mirarla.
No son, sin embargo, los errores gramaticales, los problemas de sintaxis, la ingenuidad de los adjetivos, los que me agolpan sangre en la cara, sino más bien ese barroco histérico que en ese momento no pude ni quise controlar. En esos años creía a pie juntillas en la máxima literaria de Marguerite Duras, que decía algo así como “en una primera novela hay que ponerlo todo”.
Y lo puse.
Por supuesto, como toda desnudez, ha tenido un alto precio (sólo que a mí, a diferencia de Lindsay Lohan, nadie me ofreció un millón de dólares, yo solita puse mi carne en el escenario).
Pagado el precio, superada la adolescencia literaria –o eso creo−, es necesario reescribir, comprobar si la hebra de Ariadna correspondió alguna vez a algún tejido. El sábado, precisamente, tomando unas beers en un bar atestado de hombres mirando fútbol, Emma y yo conversábamos sobre la necesidad y el derecho de seguir trabajando textos ya publicados. Creer que ese espacio está clausurado, en mi opinión, no implica necesariamente respeto por la letra impresa y seriada, sino la pretensión de una ficción acabada.
No estamos muertas, podemos reescribir lo publicado, deformarlo, tachar, volver a excedernos… “No hay un único texto válido”, está de acuerdo Emma.
Si el autor ha muerto, mejor aun; esto nos permite retornar al texto y descubrir sus claves narrativas, ya sin que el ego intervenga, obstaculizando esa exploración. Porque la muerte de la autora no tiene por qué significar su pasividad casi póstuma ante una obra que está en plena construcción; al contrario, acallar el pudor y volver a los accidentes de la primera creación constituye la victoria de la textualidad.
Lo que siento al reescribir es una mezcla indefinida de placer, control y potencia quántica… para ponerme metafísica…
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