"La verdad es que la mayoría de las mujeres son débiles, ya sean mortales o inmortales. Pero cuando son fuertes, son absolutamente imprevisibles". (Anne Rice)
Thursday, August 27, 2009
Hansel y Gretel
Hace algunos años, ¿ocho?, quizás un poco más, pues Irene todavía chupaba teta y nuestro ritual nocturno comenzaba a las diez de la noche, yo con la mano izquierda sosteniendo la cabecita sudorosa y trabajadora, con la derecha alternando entre un libro y un poro de mate dulce, ella con los puñitos egoístas en la sienes, devorábamos libros raros. Me gustaba leer en voz alta, y no precisamente cuentos para chicos, sino más bien, cuentos para grandes.
Cuentos de horror.
O, mejor dicho, cuentos terribles.
Una historia que recordaré siempre con nitidez y fascinación es la nouvelle del escritor francés Claude Louis-Combet, Hiere, zarza negra. La había comprado instintivamente y con ese mismo espíritu la leía.
Claude Louis-Combet narra la vida, o una parte de ella, del poeta austriaco George Trakl, nacido en 1887, bajo el signo de acuario, y muerto por propia decisión el 3 de noviembre de 1914.
El relato comienza con una escena poderosa y hermosamente traumática: un niño mira de cerca el pubis infantil de su hermana. Esta imagen será el corazón de su existencia y de sus búsquedas erráticas. Se convertirá en farmacéutico, profesión que sólo lo acercará aun más a la muerte, ya que, desde su trabajo en "El ángel blanco", farmacia donde se expendía legalmente distintos alucinógenos, su dependencia de la cocaína lo reclutará en el laberinto de una psiquis maravillosa y atormentada, una psiquis que cautivó a monstruos como Wittgenstein y Rainer María Rilke.
Su hermana Gretl, la del pubis angelical, se casa pronto pero se divorcia más rápido, se provoca un aborto y, de alguna manera, se resigna a esa especie de maldición que es el incesto. Trakl parte a la batalla de Grodek en 1914 (Primera Guerra Mundial) y regresa devastado. Se suicida ese mismo año. Gretl se suicida tres años después.
Claude Louis-Combet se aproxima a esta tragedia de la vida real con delicadeza, respeto y pasión, quizás porque ―como él mismo ha mencionado―, enamorado de su madre, su propia existencia, la de Louis-Combet, ha estado marcada por la culpa. Es la culpa, quizás más que el amor, su gran motor creativo.
Un poco después, 2003 probablemente, vi la producción mexicana Aro Tolbukhin, en la mente de un asesino, de Félix Piñuela. Una imagen tremendamente poética de esa cinta conecta la infancia de Tolbukhin con la de George Trakl. Como Trakl, Tolbukhin tenía una hermana, su gemela Selma, con quien cometía incesto en los huecos de los viejos árboles. En su fiesta de quince años, la chispa de una vela convierte el vestido de tul de Selma en una zarza ardiente. En la pantalla, el fuego y el sonido dulcísimo de unos cascabeles húngaros y una adolescente despeñándose por las escaleras.
Le leía estos cuentos terribles y maravillosos a mi hija y de vez en cuando ella abría los ojos negrísimos y nos reconocíamos.
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Y bueno, hay una maravilla escondida en ese tipo de cuentos que hace que lo compartamos con quienes más queremos, no sé si es una sensación de transmitir lo que nos gusta o acercarnos más. Son libro y cuentos que no he leído, pero tomo apunte para la sgt. compra
ReplyDeleteUn saludo grande
Recuerdo que entre mis libros de la infancia tenía los relatos de los hermanos Grimm, el autobús mágico y un libro de Neonatología que era de mi madre con puras imágenes de recién nacidos deformes... siameses, bebés sin miembros, bebés incompletos, bebés cuyas vísceras no estaban donde corresponde, en todo caso formadas pero fuera de esos diminutos cuerpos, unidos sólo por una fina capa de tejido laxo,
ReplyDeleteen fin deformidades MONSTRUOSAS...todas fotografías... a colores...
....y me encantaba.
Un gran beso
Hola, Asesino de leyendas,
ReplyDeleteParte de la maravilla de esos cuentos es que son profundamente catárticos. Al fin y al cabo, ¿quién no ha tenido una historia de amor prohibido?
Yo también buscaba el horror deliberadamente. Mi edad del morbo estuvo marcada, sin embargo, por la saga de Fredy Kruger.
ReplyDeleteUn beso :)
que bonito que desde esa epoca tan tierna inculco el amor hacia la literatura a su pequeña. lastima que no todos los padres hacen eso. Y despues reclaman porque los jovenes no leen. ufff.
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