Tuesday, August 18, 2009

Rastro Beatnik


Llovía persistente. Si estabas triste esa lluvia te hería. Pero no era mi caso. Quería caminar por El Rastro y comprar camisetas coloridas a un euro. Estábamos ahí juntos, Juan Terranova, Andrea Jeftanovic, Patricio Pron, Antonio Morato y Giselle Etcheverry, la novia de Pron, dispuestos a descubrir secretos.

Por un momento, debido a las bajadas y subidas de aquellos callejones barrocos, tuve un déjà vu y aluciné que estábamos en La Paz, en la Sagárnaga, y que mis amigos, de pronto entrañables, tenían la facultad también entrañable de despojarse de la mirada de turista ―esa mirada boba que escanea las cosas, sin un ápice de curiosidad, más por un automatismo de visitante en exótico safari que por una honesta actitud de pregunta. Mis amigos, en cambio, se apoderaban de la tierra que pisaban como un piel roja del árbol que decide encarnar.

“Hay que viajar con el ajayu”, me dijo una vez un amigo que entiende de esos otros niveles. Yo sumé esa máxima a una recomendación de mi abuela: “Hay que llamarse tres veces para que el alma no se quede en ningún lugar”. Mi alma, mientras tanto, deambulaba chocha y sin cencerro por entre la onda morisca de ese shopping del vulgo.

En los colgadores de ropa de segunda mano, Juan descubrió una polera con un Syd Barret jardinero. Syd Barret cultivando margaritas.

Andrea compró un maletín con cierre invisible en la base, como los que usaban los espías para transportar objetos prohibidos, documentos, libros únicos.

Mi descubrimiento fue tímido. Pero la joya comenzó a brillar a medida que la deshojaba. Era un librito viejo, de bolsillo, empastado en verde retoño. Una antología bilingüe ―texto original a la izquierda, traducción a la derecha―de los poetas de la “Beat Generation”. 15 euros. ¡Quince euros, joder! Las miradas de mis amigos codificaban claramente la siguiente sentencia: “sos tonta del culo si no te llevás la joya”.

Imaginé en tres segundos las posibilidades de volver a toparme con el librito en Santa Cruz y vi que la aguja en mi tablero mental bajaba en picada. Estaban Allen Ginsberg, Kerouac, Gregory Corso, Philip Lamantia, Lawrence Felinghetti. Genialidad e intensidad en dos idiomas. 15 euros era un puto chiste.

Todavía nos mojamos más camino a la estación Tirso de Molina, pero yo iba feliz con el librito en el pecho, a la altura de mi corazón.

Luz que irradia otras lecturas. Julio Barriga es un beat boliviano. Julio Barriga escribe hermosos salmos. No sería extraño que, por un descuido o una licencia poética de Cronos, Julio Barriga figurara en el librito.

Quiero decir que ese librito es como un genoma. Pero necesito pensar más y mejor. Y después escribir.

Cada vez que abro el librito no me llamo, no me digo “giovanna, giovanna, giovanna”, como recomendaba mi abuela, pues en realidad quisiera que mi ajayu sea digna de habitar esos parques oscuros de Ginsberg, de quedarse for ever and ever ahí.

Considerando que esto es un post y que debo irme ya, los dejo con este miniextracto de Credo y técnica de la prosa moderna, que Jack Kerouac escribió durante la primavera gringa de 1959.

• Procura estar poseído por una ingenua santidad de espíritu.
• No te emborraches fuera de casa.
• Lo que sientas encontrará por sí solo su estilo.
• Dedica más tiempo a la poesía, pero sólo a lo que es en esencia.
• Cree en las santas apariencias de la vida.
• Traduce constantemente la historia real del mundo a monólogo interior.
• Sé como Proust, un fanático del tiempo.
• Escribe para que todo el mundo sepa cómo piensas.
• Escribe para ti mismo, recogido, asombrado.
• Dirígete desde el centro a la orilla, nada en el mar del lenguaje.
• Acoge todo signo, ábrete, escucha.
• Acepta perderlo todo.

Eso, acepta perderlo todo. Cambio y fuera. Chau.

4 comments:

  1. Fui a un recital de poesía de Ginsberg en Berkeley, allá a principios de los 90. Esa misma semana vi Apocalypse Now en un teatro al aire libre. Hoy me acuerdo bien de la peli, no tanto del recital :)

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  2. Hola, Ed,

    Supongo que uno no elige qué recordar. Lo más traicionero es la memoria. Yo todavía guardo las esperanza de olvidarme completamente de algunas cosas, como un personaje de Ray Loriga...

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  3. Realmente un texto muy bonito, con una anécdota de lo mejor, encontrarse con sorpresas en puestitos, es como ir por la Pérez Velasco y revisar detenidamente que cosas viejitas están ahí abandonadas y ni los mismos cachivacheros se dan cuenta, pillar un libro ridículamente barato (me ha pasado más con discos experimentales de Coldplay), pero vale, como para darse una vueltita tb aqui por santa cruz por la mutualista o la librería nelly.

    Saludos

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  4. El mutualista y sus pasillos son mis predios :) Aunque por ahora es una época de confianza en el bookcrossing.
    Claro que el placer casi morboso de encontrar cosas que otros parecen no haber visto es lo más parecido a volver a ser niño.

    Abrazos.

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