Tuesday, August 4, 2009

Trama-Trauma




Cuando desaparece el amor, aparece, en todo su esplendor, la persona. Quizás suene un poco patético lo que acabo de decir, quizás ya era hora de que me vaya dando cuenta. Hoy tuve esa visión mientras orinaba, meditabunda, contando los azulejos de la ducha. Mi reflejo cuadriculado no me pareció, sin embargo, patético, sino real, verdadero, desnudo.

No sé cuándo la idea del amor romántico comenzó a desvanecerse. Y no es que yo haya dejado de querer a nadie –por si hay gente que sale herida al leer el blog-, sino que he estado pensando –y aquí no encuentro otra definición para aproximarme a mis huidizos pensamientos sin sobresaltarlos como a conejos- de un modo esotérico. Pues bien, heme aquí, o allí, hace rato, en el inodoro, descubriendo que una vez más es necesario el desapego de lo que suponía eran mis deseos. Si los deseos estuvieron suplantándome durante varios años, por unos instantes, quién sabe con qué mañas cerebrales capaces de fundir el dorado sonido de la orina con el placer del vacío existencial, fui yo. Por unos instantes fui yo sin necesidad de amor.

Este delirio no es del todo accidental, aclaro. Es que estuve leyendo Trauma, una novela del británico Patrick Mc Grath (Londres 1950), que ubica su trama en la Nueva York apocalíptica de las “postorres”. No he terminado la novela por falta de tiempo y porque quiero degustarla, alternarla con cuentos breves que me den la sensación de relato de cuna para conciliar sueño. Trauma está a mil años de hacerme conciliar el sueño, Trauma hurga, precisamente, en lo doloroso que es el proceso de convertirse en persona.

También por esas extrañas sinapsis literario-neuronales, pensé en El amor en los tiempos del cólera, de García Márquez, y en cómo cada proceso histórico ha ofrecido su propia red de dificultades, a veces más desafiantes que otras, para alcanzar la promesa de completud del amor de pareja. (La fiebre porcina tejerá lo suyo). En Trauma, el asunto del terrorismo involucra una desintegración tan profunda de la psiquis que es un trabajo de titanes volver a confiar, a sentir que es posible ser dos. Ser uno y ser dos, como un geminiano con buen karma.

Pero estoy lejos de ser el psiquiatra que protagoniza la novela de Mc Grath; me quedo, más bien, con la mención a un gusto compartido por ambos: a él y a mí nos parece que las novelas góticas del nuevo mapa urbano insisten con más fuerza en eso que Shelley fundó en su desesperado Frankenstein: el monstruo solitario.

2 comments:

  1. Es que el personaje urbano de terror nunca ha sido solitario?, una duda valedera desde la ignorancia mediana. Lo gótico no está fundado más en lo individual?

    Lo personal o el amor, interesante afirmación... elegí hace tiempo lo personal, no debería existir la elección, lamentablemente la hay.

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  2. Sí, es cierto. De hecho la indiviudalidad es una gran fuente de horror. Por eso hablo de énfasis e insistencia. Las neogóticas subrayan más esa escisión entre la norma colectiva y el dolor de lo individual. Frankenstein, por ejemplo, encarnaba la búsqueda de una angustia colectiva de la época: ¿còmo ser inmortales? Los nuevos héroes y heroínas del gótico reloaded parecen no querer dar respuestas a la colectividad, están -ahora sí- sumidos en el pozo oscurísimos de sus psiquis enfermas. Y lo que escuchamos es el eco...

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